El “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer” es una fecha directamente articulada a la lucha de las mujeres por democracia en las Américas. Patria, Minerva y María Teresa, las hermanas Mirabel, fueron asesinadas en 1960, después de años de organización política, en oposición a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana. Y es que en memoria de ellas, se decidió convertir en el primer Encuentro Feminista Latinoamericano y Caribeño de 1981, el 25 de noviembre, en un día de lucha permanente.

En ese sentido, es que la eliminación de la violencia contra las mujeres pasa por reivindicar democracia, paz y desmilitarización.

En los últimos años percibimos el avance del conservadurismo religioso al lado de gobiernos autoritarios que promueven la militarización y una política criminal que exacerba el control y violencia contra las personas más pobres. Se trata de una estrategia del neoliberalismo para profundizar estructuras clasistas, racistas y patriarcales con el objetivo de explotación.

La presión por la militarización se incrementa como mecanismo para la resolución de conflictos comerciales y disputas por territorios entre las grandes potencias. El imperialismo y ejércitos llevan violencia y miseria para los territorios donde llegan. Es por ello, que la perspectiva anti-imperialista es necesaria porque la guerra tiene impacto directo en la vida de las mujeres.

En los territorios, las mujeres indígenas y negras enfrentan la tensión con el narcotráfico, con la ampliación de la frontera agrícola y la mineración. Conflictos que han generado profundización de la pobreza, migraciones forzosas, además del incremento de la prostitución y violencia sexual contra mujeres y niñas.

La investida conservadora afecta directamente la vida de las mujeres, cuando iniciativas estatales basadas en justificativas religiosas atacan la autonomía de las mujeres sobre sus cuerpos. La dificultad de acceso a los servicios de salud reproductiva genera muertes, perjuicio a su salud y criminalización de las mujeres.

El mundo del trabajo es perjudicado por el conservadurismo, cuando la religiosidad y afinidad política de las mujeres son verificadas para que se consiga un empleo. La vigilancia sobre las mujeres se mantiene en la medida que son impedidas de filiarse a un sindicato, constreñidas a no denunciar abusos y reivindicar derechos.

Los datos sobre el número alarmante de feminicidios en la región de las Américas, demuestra que el ambiente doméstico es también un local donde ocurre diversos tipos de violencia contra las mujeres. La pandemia exacerbó el estado de vigilancia y miedo, además de la sobrecarga de trabajos domésticos y responsabilidades de las mujeres sobre sus familias y comunidad.

La lucha contra la violencia ocurre cuando las mujeres se levantan para mostrar que sus cuerpos y trabajo no están bajo el control de los hombres, del Estado, de los empresarios o de la religión. En ese aspecto, es que la defensa de la democracia, el derecho a la manifestación y organización sindical son herramientas para ampliar la denuncia y concientización.

Para la Confederación Sindical de trabajadoras y trabajadores de las Américas (CSA), el enfrentamiento a la violencia contra las mujeres no se restringe al ámbito individual, pero es reflejo de una estructura social que impone el poder de los hombres sobre las mujeres a nivel económico, político y social. Por ello, el movimiento sindical se suma a las movilizaciones en todo el continente para exigir de los Estados la promoción de políticas que combatan y erradiquen todas las formas de violencia contra las mujeres.

La reivindicación por la ratificación del Convenio 190 contra la violencia y el acoso en el mundo del trabajo es un compromiso del movimiento sindical para garantizar un ambiente laboral sin acoso, discriminación y violencia.

El 25 de noviembre tiene un sentido político y organizativo, donde se ponen en evidencia las denuncias y propuestas para combatir la violencia en nuestro continente. Demuestra que las mujeres trabajadoras siguen con el protagonismo en una lucha por paz, democracia, desmilitarización, igualdad, autonomía física y económica para las mujeres.

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