Este 1º de Mayo enfrentamos nuevamente un momento complejo y convulsionado para la región. A las crisis sistémicas y sus efectos sobre la clase trabajadora, desde hace más de un año se suman los efectos de la pandemia de la COVID-19, que ha evidenciado la falencia del sistema económico neoliberal para responder a las necesidades de la población en la región y el mundo.
La pandemia se instauró en un contexto desfavorable para las Américas con políticas neoliberales preexistentes, que agravaron el desempleo, la precarización laboral y la pobreza. Se acentuaron las desigualdades y el deterioro de las condiciones de vida de la clase trabajadora, de la niñez, de las mujeres, la juventud y los sectores más vulnerables.
Las respuestas de los gobiernos han sido absolutamente insuficientes, cuando no estuvieron ausentes o se implementaron en el sentido contrario a las necesidades de los pueblos. El sindicalismo ha denunciado que han sido muy escasos los apoyos para las mujeres trabajadoras, para las y los jóvenes, para las personas que trabajan en condiciones de informalidad y por cuenta propia, que no cuentan con protección social ni ingresos permanentes. También para las y los trabajadores rurales y migrantes, entre tantas y tantos otros.
También han sido tímidos los apoyos a las trabajadoras y los trabajadores del sector de la salud y de la educación, sin lugar a dudas de los colectivos trabajadores que han demostrado enorme relevancia, capacidad y compromiso en esta crisis, sufriendo la mayor cantidad de muertes por efecto del virus y de las enfermedades relacionadas al estrés laboral causado por la pandemia.
Nuestras democracias, sobre ataques por los sectores reaccionarios, conservadores y fascistas en los últimos años, sufren un nuevo asedio en medio de la pandemia. El fundamentalismo del mercado que anima a empresarios y gobiernos ha alimentado la ganancia y restringido los derechos a la organización sindical, a la negociación colectiva y a la huelga de millones de trabajadoras/es en los diferentes países. La pandemia sirve de excusa para reducir los espacios democráticos y los derechos.
Millones de latinoamericanas/os aún no recibieron la vacuna contra la COVID-19 y continúan muriendo ante la insensibilidad de los gobiernos. Condenamos la mercantilización de las vacunas como un obstáculo real para que América Latina y el Caribe pueda tener acceso efectivo a las mismas, así como las prácticas de las farmacéuticas que someten a los países a condicionamientos indignos para el acceso a la inmunización. Exigimos la liberación de las patentes de las vacunas como un bien al servicio de la humanidad.
Los pueblos y los sindicatos resisten.
A pesar de la grave situación que atraviesan nuestros pueblos y la clase trabajadora, no ha cesado la resistencia y la movilización popular para enfrentar la crisis. Los sindicatos y demás movimientos sociales han estado al frente de las respuestas en reclamo de medidas de los gobiernos para atender a los sectores más desfavorecidos.
Por la adopción de políticas en defensa de los empleos y la garantía de los derechos para todas/os las/as trabajadoras/es, formales y en condición de informalidad, de la ciudad y del campo. Especialmente para las mujeres, la juventud y las/os millones de trabajadoras/es de aplicativos y plataformas, que han soportado el traslado de decenas de actividades económicas a estos formatos, pero sometidos a situaciones de precariedad y explotación.
En el 4° Congreso de la CSA, concluido el pasado 23 de abril, el sindicalismo de las Américas ha reafirmado su agenda por un desarrollo sustentable, con más democracia y derechos en la disputa por un mundo posible superador del capitalismo neoliberal y en favor de todas/os las/as trabajadoras/es de la región y el mundo.
Ha expresado su compromiso por la transformación del sindicalismo para ampliar la representación y afiliación de toda la clase trabajadora, para aumentar su poder de organización, de movilización y lucha.
Ha ratificado su mensaje de unidad y de acción conjunta con los diferentes referentes del sindicalismo, con movimientos sociales y partidos del campo popular y progresista de la región, para construir respuestas frente a la crisis actual y avanzar en la construcción de un proyecto democrático, de integración, justicia y soberanía para nuestra América.
Ha condenado la violencia antisindical, la violencia contra las mujeres, el racismo, la xenofobia, a la discriminación contra los afrodescendientes, pueblos originarios, así como para los colectivos LGTBIQ+.
El sindicalismo de las Américas ha enviado también un fuerte mensaje frente a la escalada reaccionaria y fascista, que amenaza a las democracias, criminaliza, persigue y judicializa a los movimientos sociales y sus referentes. Ha rechazado los golpes de estado, la injerencia, la intervención extranjera y la violación de la soberanía.
Con este compromiso de trabajo del 4° Congreso de la CSA, enviamos nuestro mensaje de solidaridad y aliento a las/os trabajadoras/es de las Américas y del mundo este 1º de mayo de 2021.
¡Viva la clase trabajadora internacional!
¡Viva la solidaridad y la unidad del sindicalismo de las Américas!
¡Seguimos en Lucha!