Por EqualTimes
La clase media brasileña representa actualmente al 53% de la población total. Hace una década, sólo ascendía al 38%. Las cifras oficiales publicadas en septiembre revelan que solo este sector de 104 millones de brasileños moverá este año 500 mil millones de US$ en la economía.
En los últimos 10 años, 35 millones de personas salieron de la pobreza. Estas cifras también resaltan una reducción de la división racial, pues el 80% de los nuevos miembros de la creciente clase media son de ascendencia africana.
La expansión de la clase media se ha debido a un proceso de crecimiento económico combinado con una reducción de la desigualdad. Según el estudio, gracias a esta combinación, la reducción de la clase baja fue mayor que la expansión de la clase alta.
Así, el país fue capaz de reducir la brecha entre pobres y ricos, uno de los retos históricos a los que se enfrentaba esta nación sudamericana. En Brasil, una familia de clase media tiene unos ingresos mensuales per cápita de entre 143 y 502 US$.
Según la Secretaría de Asuntos Estratégicos (SAE), si la clase media brasileña formara un país, ocuparía el puesto 12 en la lista de países con mayor población del mundo.
El ministro de la SAE, Moreira Franco, resaltó la importancia del crecimiento de la clase media para estimular a la economía.
“En la última década se han creado unos 18 millones de puestos de trabajo; estos empleos formales estaban relacionados con una política adecuada del salario mínimo que generó beneficios reales para los brasileños, independientemente de la inflación “, señaló Franco.
Si Brasil mantiene la actual tasa de crecimiento y la tendencia de disminución de la desigualdad, la clase media constituirá el 57% de la población para el 2022.
Aunque los programas sociales, como el de transferencias monetarias llamado Bolsa Familia, constituyen la cara más publicitada de las políticas públicas brasileñas, numerosos analistas señalan al aumento del salario mínimo como el principal inductor de cambio social en los últimos años.
«En los últimos dos años se han creado más de un millón de empleos formales, provocando la disminución de la tasa de desempleo a solo el 6,7%, el nivel más bajo de la historia brasileña.»
Los cambios sociales se dieron después del cambio en la percepción y las prioridades de la sociedad brasileña. Según los investigadores, todas las clases sociales han identificado la mala calidad de la educación pública como un obstáculo fundamental para el desarrollo del país.
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, prometió más gasto público en educación y le dio prioridad como uno de los principales retos del futuro. Entre el 2000 y el 2009, el país casi duplicó el porcentaje del PIB que invierte en educación: del 3,5% al 5,5%.
Los sindicatos del sector educativo han presionado al Gobierno para que aumente aún más el porcentaje hasta el 10%. El proyecto del presupuesto fue aprobado por la Cámara Baja y actualmente se está debatiendo en el Senado.
“La historia revela que la austeridad, cuando es exagerada y se aísla del crecimiento, no funciona. Brasil ha optado por encarar los dos desafíos simultáneamente. Además de llevar a cabo un estricto control de las cuentas públicas, aumentamos nuestras inversiones en infraestructura y educación”, explicó Dilma a la Asamblea General de las Naciones Unidas el pasado miércoles.

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