Por Igor Ojeda (ALAI AMLATINA)

Desde que asumió el cargo de presidente de Paraguay, en agosto de 2008, Fernando Lugo imaginaba que luego de cinco años, en agosto de 2013, cuando terminara su mandato, pasaría a dedicarse a otras actividades fuera de la política institucional. Pero el golpe sufrido a finales de junio cambió su vida radicalmente, dijo a la media alternativa brasileña en una entrevista conjunta realizada en la noche de ese jueves (2) en São Paulo (SP).

“Hoy más que nunca, la gente me pide que deje de ser obispo y sea más político”, afirmó Lugo, quien asegura haber asumido el papel de articulador de la unidad de la izquierda paraguaya luego de su destitución. Y agrega que ahora, todos los días, hay grupos sociales y políticos discutiendo la manera de construir un proyecto nacional para el país. “Antes eso no sucedía. La izquierda nunca estuvo en un mejor momento. Nunca antes 12 partidos y ocho movimientos se sentaron juntos”, dijo, refiriéndose al Frente Guasú, concertación de izquierda y centro-izquierda formada en marzo de 2010.

En las elecciones generales de abril del año que viene, la articulación pretende concentrar sus fuerzas en dos frentes: disputar la Presidencia y conquistar el mayor número posible de escaños en el Congreso Nacional. Para alcanzar este último objetivo, cuenta con Lugo para encabezar la lista de candidatos al Senado, derecho que le ha reconocido a él recientemente la Corte Suprema de Paraguay. “En algunas semanas, sabremos con más claridad lo que es más conveniente. Pienso que si eso es útil para el restablecimiento de la democracia en Paraguay, soy un soldado”, dijo el presidente depuesto.

Para Lugo, en la próxima elección habrá una disputa entre una izquierda renovada y una derecha que “no está reciclada”. “Por eso hay esperanza. La sociedad paraguaya está más polarizada que nunca. Si la izquierda también consigue aglutinar a fuerzas no políticas, tiene oportunidades”. Según Lugo, una de las ventajas del Frente Guasú reside en la isión de los partidos tradicionales del país. “La derecha paraguaya pasa de la euforia a la depresión en muy poco tiempo. Creía que sería muy fácil ejecutar el golpe. Creía que la UNASUR [Unión de Naciones Suramericanas] no reaccionaría, que la comunidad internacional aceptaría. Está en un completo aislamiento político”, destacó.

El golpe

Según Fernando Lugo, las políticas adoptadas por su gobierno no fueron el principal motivo del juicio político a que fue sometido en el Congreso Nacional, pero sí el potencial de transformación de la sociedad paraguaya que la gestión representaba. “No tomé ninguna medida socialista. Aceptamos las reglas del juego. Tenía buenas relaciones con los organismos internacionales y presentaba todos los indicadores conservadores que ellos les gusta ver, como economía en crecimiento, inflación controlada, multiplicación de las reservas internacionales, pago de las deudas… éramos buenos muchachos. Pero había un peligro. La continuidad del proceso de cambios. Eso sí incomodaba. Estábamos económicamente bien, pero políticamente teníamos articulaciones con grupos sociales”, argumentó.

El presidente depuesto fue enfático en afirmar que el golpe no se gestó de la noche a la mañana. “Fue pensado por mucho tiempo”, dijo, acordándose, principalmente, de la reciente denuncia del Wikileaks de que Estados Unidos sabía de esa amenaza desde 2009. “Cuando yo comenzaba en la política, me decían que el 70% de las decisiones eran tomadas fuera del país. No quise creer. Hoy, por mi experiencia, no descarto totalmente esa posibilidad”. Según Lugo, en Paraguay – así como en la mayoría de los países del mundo – el auténtico poder no muestra el rostro. En el caso paraguayo, él citó el narcotráfico, los productores de soja y las transnacionales del agronegocio.

“El gobierno golpista tomó ya cuatro medidas que nos hacen pensar en la injerencia de esos poderes de facto en la política paraguaya. La primera es el fin del impuesto a la exportación de la soja. La segunda es el permisote entrada al país de la soja transgénica, siendo que nuestro gobierno estaba trabajando por la recuperación de las semillas criollas. La tercera medida es el anuncio del pago de una deuda que Paraguay nunca contrajo. Un préstamo de 80 millones de dólares efectuado durante la dictadura Stroessner y que nunca llegó al país. La cuarta medida es la negociación de la instalación de la empresa Río Tinto. ¿Cómo es posible que quieran producir aluminio en Paraguay si la materia prima y el mercado están en Brasil? Están negociando que el precio de la energía para esa empresa sea fijado por 30 años sin reajuste, con una pérdida de 14 mil millones de dólares. Sin duda, esas multinacionales tienen el poder de hecho”, aclaró

Frente a ello, Lugo señala que para que haya cambios estructurales en Paraguay es necesaria la instalación de una Asamblea Constituyente que tenga como una de sus prioridades incidir sobre la propiedad de la tierra en el país. Además de eso, dijo, otro gran desafío es conquistar un grande respaldo en el parlamento.

Sobre una posible reversión del golpe y vuelta a la Presidencia, Lugo explicó que hay dos caminos. Uno de ellos pasa por la Corte Suprema, que en los actuales momentos analiza la constitucionalidad del juicio promovido por el Congreso. La segunda vía es la política: que el Senado reconozca que el proceso fue irregular y revise su decisión. El presidente depuesto, sin embargo, aunque admite que existe la posibilidad de volver al cargo, no está optimista. “Creo en Dios y en los milagros, pero en ese yo no creo”, ironizó. (Traducción ALAI)

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