¿Empresas sostenibles en un mundo insostenible?

I. El debate sobre las empresas sostenibles y el trabajo decente
Acaban de cumplirse cinco años de la aprobación de la Resolución de OIT sobre Promoción de Empresas Sostenibles, en 2007.
CSA se ha ocupado del tema a partir de un debate entre los representantes de trabajadores y empleadores en la última  Conferencia Americana de OIT (Santiago, 2010), en la cual, ante la insistencia de los empleadores, el sindicalismo americano aceptó la incorporación de este tema en el documento final, convirtiéndolo en uno de los ejes de trabajo futuro, junto con la negociación colectiva y la seguridad social.
Respecto de las empresas sostenibles,  CSA ha planteado un debate, recordando que el  texto final del documento surgió de una intensa discusiòn entre los dos Grupos. Los empleadores enfatizaban el campo de las condiciones macroeconómicas, con centro en:
– cuestiones de rentabilidad, productividad y competitividad, estableciendo una relación estrecha entre sostenibilidad y existencia de entornos propicios en materia de “clima de inversión” y garantía de los derechos de propiedad.
-relaciones económicas internacionales, afirmando que “las políticas comerciales y de inversión abiertas son esenciales para promover el crecimiento económico sostenible”.
– la necesidad de avanzar en la flexiguridad.
-la visualización del diálogo social como método de resolución de conflictos, mediante la asociación y la obtención de aumentos de productividad y de atracción inversora.
Por su parte, en ese debate  los sindicalistas  reconocían el “papel decisivo” que desempeñan las empresas en la vida de los trabajadores, pero señalaban su preocupación de “que el debate esté dominado por el apoyo al sector privado en sentido estricto (…) ya que las cuestiones fundamentales planteadas por los empleadores están demasiado estrechamente vinculadas a la creación de empresas en general, en vez de las empresas sostenibles (…)”, y para ello citaban el documento de base de OIT, cuando distinguía entre  “desarrollo empresarial per se y el desarrollo de empresas sostenibles”. Finalmente, el sindicalismo enfatizaba :
– los temas regulatorios generales de la economía,  considerando  necesarias pautas de producción y consumo, gestión responsable del medio ambiente y restricciones al nivel de apertura económica.
– la libertad sindical y la negociación colectiva, como eje esencial de las empresas sostenibles.
En Santiago, también  quedó en claro  una importante  discordancia  entre trabajadores y empleadores: cuál es la causalidad entre empresas sostenibles y trabajo decente? En el plenario, un representante de los empleadores explicitó su opción: “no hay trabajo decente sin empresas sostenibles”. La respuesta de la CSA invirtió esos términos, planteando que “no hay empresas sostenibles sin trabajo decente”.
En una nota de la secretarìa general de CSA (publicada en su web en agosto 2011),  retomamos esta discusión, señalándose que no es un mero juego verbal. Aquí el orden de los factores sí altera el producto. Porque si aceptamos la visión empresarial, cómo se puede hacer una empresa sostenible sin el respeto a los derechos de los trabajadores/as? La sostenibilidad no implica solamente la economía o las finanzas, sino también los Derechos Humanos. Desde nuestra visión, una empresa puede llegar a ser sostenible si comienza respetando los derechos de los trabajadores y trabajadoras.
II. Las empresas sostenibles y la crisis
En esta nota queremos focalizar en otra vertiente de la resolución de OIT, directamente ligada con la actual crisis económica en los países avanzados:  la referida a la macroeconomía y la regulación.  Esta crisis es  en sí misma un indicador  de la no sostenibilidad. En ello se conjuntan Estado y empresas, como dos caras de la  misma moneda de  irresponsabilidad: antes de la crisis. Los gobiernos   no utilizaron los instrumentos disponibles de regulación, o directamente desregularon, siguiendo la opinión interesada de las empresas o los gurúes del neoliberalismo que las representan.
A este respecto, la  Resolución acierta en destacar dos pilares de relación directa con esta cuestión: “Buena gobernanza” y “Política económica acertada y estable y buena gestión de la economía”. La primera  se refiere a “instituciones políticas democráticas, entidades públicas y privadas transparentes y que rindan cuentas, medidas eficaces de lucha contra la corrupción, y una responsabilidad empresaria.  La segunda  plantea que las políticas monetarias, fiscales y cambiarias deberían garantizar condiciones económicas estables y predecibles, que las políticas y reglamentaciones deben estimular la inversión productiva a largo plazo, y que se debe aumentar la demanda agregada como fuente de crecimiento económico.
La crisis financiera es el principal indicador del no cumplimiento de estos principios de las empresas sostenibles.  Los “activos tóxicos”  y la burbuja crediticia  son el resultado directo de la falta de regulación estatal, estimulada y aprovechada por los bancos, en su búsqueda incesante de rentabilidad.  La  culpa es compartida con las  empresas calificadoras de riesgo y las empresas auditoras, que le han hecho el juego a la expansión sin límite y sin recaudos del sistema financiero.
Lo que tenemos ahora es una “crisis del crédito”, pasando de su  sobrestimulación   y  su  limitación y encarecimiento,  como mecanismo de defensa de los bancos.  Los gobiernos conservadores acompañan esta nueva situación, cayendo en  la “trampa de austeridad”.
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