Montevideo, 1ero de mayo de 2020

Este 1ero de mayo de 2020 tiene varias significaciones históricas. Desde que fue reconocida como fecha de celebración internacional de la gesta de Chicago de 1886, esta es la primera vez que no tendremos movilizaciones de calle en buena parte del mundo.  También, tenemos el sindicalismo internacional unido frente a una situación que impacta la salud y la vida de todas/os las/os trabajadoras/es, tanto en países desarrollados como en el mundo en desarrollo. Un 1ero de mayo que también es histórico porque se ha puesto en evidencia que el modelo neoliberal ha fracasado en todo el mundo. Hoy, son los Estados y lo que quedó del sistema público de salud, lo que está pudiendo responder a la crisis sanitaria de carácter planetario.

La crisis del coronavirus también está mostrando más claramente los impactos de las desigualdades sociales y económicas en la vida de la clase trabajadora. Esta desigualdad queda brutalmente representada en el gran porcentaje de personas que no tiene sistema de  protección social, que deben elegir entre enfermar o padecer hambre, o la forma en que el virus se propaga en sectores vulnerables que no acceden a la salud o a los servicios esenciales de agua y saneamiento. Esta pandemia deja en claro que una de las materias urgentes a tratar es la de una nueva fiscalidad para gravar progresivamente las ganancias, la renta, el patrimonio, los altos ingresos y el consumo de lujo. Los Estados deben responder garantizando los derechos de la población en general y exigiendo el pago a quienes se han beneficiado históricamente: grandes empresas, el sector financiero y el capital trasnacional.

Denunciamos las tendencias autoritarias y amenazas a la democracia que, bajo el discurso de los estados de emergencia o de conmoción interna, imponen la disminución de los espacios democráticos de expresión, los derechos políticos y el ataque a conquistas históricas de nuestras sociedades. Rechazamos especialmente las medidas adoptadas por varios gobiernos conservadores, de tendencias autoritaria y neofascista que aprovechan la pandemia para adoptar políticas de destrucción de los derechos, criminalización de la acción sindical y represión del legítimo descontento social ante los efectos sociales y económicos de la crisis.

En la región de la Américas, se hace evidente la presión general de varios gobiernos y muchos  empleadores que se aprovechan de la pandemia para profundizar la precarización y flexibilización del trabajo. Son muy pocos los países donde se toman medidas efectivas para proteger el empleo y los ingresos. Estamos atravesando una situación extraordinaria y superarla no puede implicar el sacrificio de vidas humanas, la pérdida de empleos y derechos para la clase trabajadora.

Son urgentes las medidas para proteger a la/os trabajadoras/es en condiciones de informalidad que están presentes en diversos sectores de actividad: economía de plataformas, trabajo doméstico y economía de los cuidados, trabajadoras/es ambulantes, comercio minorista, cuentapropistas, entre otros. Esto incluye subsidios especiales, extensión de la seguridad social y protección social, reducción y/o congelamiento de tarifas de servicios básicos y acceso a productos de higiene y alimentos, así como la adopción de un ingreso digno sostenido por el tiempo que dure la pandemia y su transición a un estado de estabilidad sanitaria, económica y social.

Denunciamos el aumento de situaciones de violencia de género, que tienen lugar en el marco de la pandemia cuando mujeres, niñas, niños y adolescentes, están obligados a convivir con sus abusadores. Durante la crisis se evidencia que ni siempre las casas son lugares seguros para quienes sufren la violencia de género. Demandamos de las autoridades la adopción de políticas de emergencia para proteger a las mujeres, niñas, y niños y adolescentes, así como a la población LGTBI, de toda violencia.

Esta pandemia además de mostrar el fracaso del neoliberalismo abrirá una disputa sobre el modelo económico, social y político en las Américas y el mundo. El sindicalismo de la región estará presente en la disputa por un cambio de modelo, no solamente para defender las conquistas históricas de la clase trabajadora, sino, además, para reclamar la necesaria e impostergable tarea de superar la lógica depredadora del sistema capitalista, que coloca constantemente el lucro por encima de la vida, la salud y la naturaleza.  En sus propuestas, el sindicalismo de las Américas promueve un modelo económico que responde a las necesidades de vida y consumo de las mayorías sociales, de forma sustentable, garantizando los derechos sociales, disminuyendo la alta concentración de la riqueza y el lucro en unos pocos.

En este primero de mayo, más que nunca, queda clara la necesidad de la unidad de la clase trabajadora de las Américas y del mundo. El internacionalismo sindical nunca fue tan necesario como hoy. Es necesario organizar la resistencia contra la oleada reaccionaria y en defensa de la identidad de la clase trabajadora. Los sindicatos son actores democráticos que deben impulsar la conquista de más derechos y la defensa de los ya conquistados y retomar el camino de la búsqueda de la otra América posible.

¡Viva la unidad de la clase trabajadora!

¡Seguimos en lucha!

 

 

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